El tupido paño negro que mi madre ponía en la ventana y que transformaba en súbita noche aquellas siestas obligadísimas del verano, tuvo sus días contados...supongo que conforme crecíamos se le iban agotando todos los trucos para hacernos dormir "de día"; y supongo también que se cansó de oir la misma pegajosa y sacanervios tarantela tarde tras tarde:
...."¿mamá me puedo levantar ya, venga mamá...me puedo levantar ya? anda venga, que no me puedo dormir...mamá... que me levanto, eh? que me levanto... me oyes?...que me levanto...
Y me levantaba.
Nuestro piso era muy pequeño, pero teníamos un patio interior con vida propia, del que disfrutábamos grandes y chicos durante todo el día y que, por fresquito, en verano era la envidia de cada sobremesa: allí se venía Juana, nuestra vecina; se bajaba mi abuela, que vivía en el quinto, y allí, entre las enorme macetas de helechos y pilistras, cosían, hacían croché...charlaban de esto y de aquello.
En un tiempo en que la tele cerraba por descanso después de comer, en la calle no se podía estar por asfixiante, y el interés curiosón y metenarices por los asuntos de los mayores iba instalándose en mí, el minimundo que ofrecía el patio era muchísimo más atractivo que estar tumbada en un cuarto oscuro esperando a que se pasara la aburridísima siesta.
Y como en mi casa no se concebía estar brazo sobre brazo, fue por entonces cuando entraron en mi vida las madejas de colores y el bastidor, el punto de cruz, la vainica y la vainica doble. , mi madre nos enseñó, a mi hermana y a mí a hacer labores: cenefas y más cenefas, muestras... nos enseñó a pegar botones y a coser "punto atrás" ....nos enseñó a desbaratar un jersey de lana y a hacer ovillos, que serían la materia prima de un nuevo jersey.
Otras veces ponía la Olivetti verde encima de la mesa del comedor, un manual de mecanografía del año catapumchimpúm y ale, a teclear-teclear-teclear...asdf ñlkj asdf ñlkj asdf ñlkj.
Y cuando no...a leer...
LEER
LEER
Tras haber devorado hasta el infinito los libros de cuentos que había en casa, de aquella época es mi primer carnet de la BIblioteca Provincial de Córdoba.
Mi primer recuerdo va de la mano de mi hermano...que me llevó hasta la sede que entonces estaba en la calle Capitulares, a los pies de la calle Nueva; y va también de la mano de una bibliotecaria, a mis ojos de niña, muy viejecilla y muy arrugadilla que me extendió un libro con unos crios en la portada, Los Cinco.... esa mujer vaticinó y acertó al asegurar que me gustaría y que volvería a por más...
Las numerosísimas-arriesgadas-imposibles-descalabradas y detectivescas aventuras de Los Cinco fueron mi primer cuelgue literario...Agatha Christie después y desde entonces he pasado por las "obligadas" lecturas del instituto, las "clandestinas" de adolescente, y hasta por los "mamotretos infumables impuestos por algunos vanidosos escritores profesores" en la Universidad, por eso ahora, no sabría estar sin un libro elegido al lado, junto al sofá; un libro del que aprender, con el que emocionarme, que me acompañe, que en cualquier sala de espera espere conmigo... y en la peluquería esperemos juntos que me llegue la vez...
La lectura me ha demostrado ser un efectivo quitapenas y los libros, mis diarios aliados.
Y aunque en estos tiempos otras modernuras me entretengan -a veces más de la cuenta-, y pase con frecuencia de un extremo al otro -ya devoro con pasión, ya arrincono sin sentido- hoy, en el Día Internacional del Libro, he aquí mi homenaje al amigo al que siempre vuelvo....