Como pez en el agua me encontraba entre bobinas, cintas y cremalleras.
Me encantaba despachar colonias a granel; vendía botes de champú y lejía... barras de labios y pintauñas...cuadernillos rubio, tapapuntos y pasacintas mil, encajes, entretelas... ropita de bebé... libretas y rotuladores... toallas sábanas, ajuares a plazos.
Marcaba precios ¡mi letra en las etiquetas!,
Clasificaba por tamaños y colores.
Fue allí donde aprendí a doblar jerseys con un solo movimiento y a envolver un regalo como nadie.
Tenía su encanto guardar en la trastienda los pedidos de reyesmagos de medio barrio...guardar esos secretos me hacía importante.
Iba yo al banco cada mediodía, al cerrar, para hacer el ingreso, yo sola... en los primeros tiempos ni imaginaba que en ese sobrecito blanco cerrado iba la recaudación diaria.
Su mercería , la más reconocida del barrio... era el punto de reunión de clientas sin prisa; la silla del rincón siempre estaba ocupada por alguna abuelilla que, en muchos casos, con la excusa de la bobina echaban su ratito de charlita, " me espero, que me despache la niña."
¿Dónde está la Anamari? - En la tienda de la Toñi.
Eran los veranos de mis 12, 13 , 14 .. años.
Me encantaba el helado de tutifruti que nos tomábamos la Toñi y yo, cada tarde a las cinco, antes de abrir la tienda y la fanta con tapita de langostinos al cerrar.
La Toñi y la Maru eran mis vecinas, mis titas postizas solteras con las que me encantaba pasar el día.
Las recuerdo desde siempre, pintándome un firmamento de sol y estrellas en mitad de la barriga, bajo la consigna del ssssss no digas nada a tu madre, es sorpresa ( y se partía de la risa)!!! justo la tarde que mi madre me llevaba al médico... sorpresa, sí señor.
O me montaban en su impresionante coche negro, cuando sólo ellas tenían coche ; y una tarde, tres calles más allá era Sevilla y el barrio de al lado, Madrid... y yo más contenta que unas pascuas con tanto viaje...
Manejar la rudimentaria caja registradora, dar los cambios sin equivocarme, era lo más de lo más.
Y cada septiembre, el carpebloc de cuatro anillas más chulo de todos los almacenes, lo lucía yo camino del instituto.
Me consta que fui la hija que no tuvo y la sobrina que sí disfrutó, la compañía con la que se paseaba... y aún siento en mi cuerpo sus abrazos, tiradas en una manta en el suelo de su comedor, sus achuchones los siento aún...
La Toñi se nos marchó muy pronto, entre dolores injustos, dejando en mi memoria para siempre unos recuerdos de infancia y unos veranos en su tienda verdaderamente imborrables...imborrables de verdad.